El otro día me levante y tras sonar el despertador, esa misma pregunta me hice -¿Que se me habrá perdido?-. Como no supe contestarla apague el despertador y amanecí 3 horas mas tarde.
Lo fácil que es cambiar el rumbo de un día... tan solo hay que darle a un botón y el resto del día será completamente distinto. Por una parte te sentirás genial, como un día libre de trabajo, como un día de verano en el que Madrid está abandonado y las calles están vacías, ese sentimiento de libertad y tranquilidad, es tu día y las próximas horas te sientes como la chica de las compresas saltando por las nubes en un mundo de pompas... todo el mundo está en sus respectivos lugares de trabajo y nadie te molestará. Pero por otra parte... como buen estudiante, tienes el remordimiento de no haber asistido ese día a tu universidad, y por lo tanto la incertidumbre de si ese mismo día habrán explicado la clave para sacarte la carrera. Por no sufrir demasiado, te sacas una cerveza e intentas aprovechar el tiempo lo mejor posible, así, que ya que tienes unas cuantas horas por delante a tu libre disposición, haces aquello que tantas ganas tenías de hacer cuando tuvieras un rato libre. Pero al igual que en el rato libre anterior, acabas tirado en el sofá, viendo como pasa poco a poco tus horas de "libertad", engullendo cerveza... Mientras pasa ese tiempo te vuelves a preguntar, -¿que se me habrá perdido?, ¿que hago en casa a estas horas si estoy perdiendo el tiempo?-. Lo mejor es tomarte otra cerveza y dejar tus pensamientos a un lado, al fin y al cabo, es como estar hablando solo..., y eso no debe de ser bueno.
Cuando te das cuenta ha llegado la hora de comer, la hora de salir de clase, y por lo tanto el día a vuelto a su rumbo, tus responsabilidades vuelven y debes hacer todo aquello que haces diariamente. No tienes ninguna escapatoria, esta vez no hay ningún boton que te salve o decida por ti, tan solo tienes una lasaña congelada y un microondas iluminando tu geta.
Si miras bien al fondo del microondas puedes encontrar grumitos de anteriores comidas, hay una lenteja... un fideo... hasta puedes encontrar medio macarrón!. La sencillez de tu persona te asusta, y te preguntas -¿Que se me habrá perdido?, ¿que hago con la cabeza metida dentro del microondas?-. Estas hablando solo de nuevo, eso no debe de ser bueno, tomate otra cerveza y aclara tus ideas.
A las 4 de la tarde, has conseguido levantarte del sofá para recoger el cacharro metálico en el que se encontraba el engrudo de pasta y CNI (Carne No Identificada). No haces mas que bostezar y pensar en todo lo que tienes que estudiar... te sientas delante del ordenador, intentas espavilarte poniendo un poco de música... pero cuando abres los ojos, el reproductor ha dado 12 vueltas y son las 7 de la tarde.
El dolor de espalda te invade por tu cuerpo, la silla forma parte de tus riñones, la torre se te ha clavado en una rodilla, y tu cara parece el código ASCII con mas de 150 caracteres.
Te preguntas -¿que se me habrá perdido?-, sabes que hagas lo que hagas, no te va a dar tiempo, tienes cinco horas hasta que te acuestes, y como una persona racional, sabes que es imposible hacer nada en ese tiempo, y ya que has perdido medio día, lo mejor es perder el resto y aprovechar con fuerza el día de mañana.
Sobre esa hora llega tu madre, que como es normal en las madres, lo primero es dar dos besos, pero hoy no te da dos besos, y se te queda mirando y te pregunta -¿que llevas en la cara?-. A ti todo te parece irracional, nada tiene sentido, así que contestas con la clásica respuesta válida para todo -Poss, psé, ná-, mientras haces un gesto con los hombros e inclinas la cara a un lado.
Cenas, de algún modo inexplicable pierdes varias horas hasta las 12 y te echas a dormir. A todo esto que comienzas a soñar con tu casa, y hay algo que no te encaja, en el sueño hay una cosa que tu no has visto en todo el día anterior, fuerzas la vista, enfocas... y aprecias tu mesilla con un cuadrado blanco manchando la capa de polvo.... tu despertador... ha desaparecido...